En esta ocasión nos referimos a un hábito tan extendido, que el objetivo del artículo no trata de fastidiar a nadie, sino de mover su capacidad de reflexión sobre el tema.
Comentar aspectos del consumo del alcohol no es tema fácil ya que éste se encuentra desde hace mucho tiempo instalado socialmente. Aunque perjudicial -como ahora veremos-, existen muchas creencias y mitos que tratan de conformar como algo normalizado su consumo.
Estamos hablando de una droga depresora del Sistema Nervioso Central y que coarta -con el tiempo-, las funciones cerebrales. La capacidad de control autónomo disminuye, provocando mayor euforia y desinhibición, aumento de la sociabilidad, y relajación, lo que hace que se pueda confundir con un estimulante.
Aparte de estos efectos, y si hablamos de mayores dosis de ingesta en un espacio de tiempo puntual, nos encontramos con unas consecuencias derivadas que inciden no tanto sobre la conducta, como con las capacidades físicas. Podemos señalar los que tienen visos más internos como son la dificultad para hablar, asociar ideas, así como una descoordinación motora progresiva.
Dejando de lado la sintomatología más inmediata, reseñar que hay situaciones personales y contextuales que pueden agravar los efectos del alcohol. Algunas de ellas a tener en cuenta son: La edad, los rasgos de la personalidad, la vulnerabilidad personal o del entorno, el peso, el sexo (la mujer, normalmente pesa menos y sus órganos internos son algo más pequeños), la rapidez de la ingesta, la combinación con bebidas como la cola o la tónica, y la no ingesta de alimentos. Si se mezclan otro tipo de sustancias como los tranquilizantes, los opiáceos o el cannabis, se produce una mayor sedación, que se contrarrestan con sustancias como la cocaína o el speed, aumentando estas últimas la toxicidad de todo lo ingerido.
Los efectos agudos como las conductas de riesgo o la intoxicación etílica, aumentan cada año estadísticamente, ocasionando pérdidas irreparables en muchos casos.
En cuanto a los efectos crónicos, no está de más citar -de modo general- que la toma continuada del alcohol provoca conflictos familiares, sociales y de salud.
Sobre la salud física, y a medio y largo plazo, incidir sobre las gastritis que ocasiona, la hipertensión arterial, la úlcera gastroduodenal, la cirrosis hepática, cardiopatías y encefalopatías entre otras. Refiriéndonos a las consecuencias del funcionamiento cerebral que se observan a largo plazo, destacamos la alteración del sueño, la agresividad, la depresión, disfunciones sexuales, etc., todas acompañadas de un deterioro cognitivo global, entre otros aspectos.
Por otro lado, y centrándonos en la dimensión social, y con los diversos lemas que nos encontramos en la calle, oímos diversos comentarios muy lejanos del contraste científico, y en el que enuncian cosas como que esta sustancia posee beneficios para la salud, que hace entrar en calor y combate el frío; siendo esto una sensación momentánea al dilatar los vasos sanguíneos para volver a disminuir en seguida la temperatura interior, provocando más frío. También escuchamos que es un alimento, pero no se dice que lo que hace es engordar y no alimentar. Otra creencia errónea por completo es aquella que nos expone que facilita las relaciones sexuales, siendo la realidad que un consumo prolongado provoca impotencia y otras disfunciones asociadas.
Finalmente, una idea de las más extendidas nos habla acerca de la potencia que tiene el alcohol para ayudar a salir de las horas bajas o de momentos en que el estado anímico es depresivo o de tristeza. Sobre esta falacia cabe concretar que el alcohol hace perder el control emocional adecuado, y enmascara la realidad con una falsa sensación de bienestar momentánea. Hay que tener en cuenta que como es un depresor, agudiza estas situaciones negativas con su consumo, y aquello que pueda parecer que nos anima, lo que realiza es alterar el equilibrio natural de las cosas.
Esta serie de mitos y leyendas, pueden ser creídos, o no, según nuestro grado de madurez. La libertad de elección es personal en numerosas ocasiones, ahora, es nuestra responsabilidad que las personas jóvenes, las que salen a la vida, sepan los peligros que implica el consumo de alcohol. Mostrar una realidad difusa nos hace un flaco favor a todos.
Queda claro que, desde luego, el logro de moderar su consumo, o dejárselo, siempre es una tarea que no resulta fácil si no nos planteamos ningún objetivo motivador. Sin embargo, si empezamos por reconocer que ¨algo no funciona¨, es el instante en que debemos iniciar los primeros pasos para abandonar este hábito.
Existen muchas formas de apoyo. El primer camino a tomar ha de ser el reconocimiento y la posterior información, para después comprender que el primer apoyo que hemos de solicitar es el familiar, y las amistades; claro, que sean coincidentes y que compartan la negatividad de la idea del consumo del alcohol; luego existen asociaciones de apoyo diverso, farmacología indicada, y todas las terapias que se demuestren efectivas, y que sean impartidas por profesionales titulados. De modo que la línea para abandonar el hábito del consumo del alcohol permanezca clara, y que no sea un trayecto que se haya de recorrer en soledad.
Ángel J. García
Graduado en Educación Social y Pedagogía.
Experto en Inteligencia Emocional y Social, y en Diagnóstico i Desarrollo de la Alta Capacidad Intelectual.
+Info: mail: Angelog24@hotmail.com / Tfn: 666.403.902
Asesoría Socio Psicopedagógica para personas, Asociaciones e Instituciones: https://www.facebook.com/angelgarcia1974/?fref=nf&pnref=stor