
La palabra irritabilidad, del latín “irritabilitas”, significa una respuesta a conmoverse o irritarse fácilmente con cierto grado de violencia.
También es considerado como un comportamiento determinado que tiene un ser vivo de reaccionar ante un estímulo concreto; bien sea éste situacional, contextual, circunstancial, etc.
Todo ser vivo cuenta con mecanismos de regulación que nos permite ofrecer una respuesta a variados estímulos (sonidos, olores, imágenes etc.), cuando estos mecanismos de regulación fallan y dificultan nuestra percepción, aparece la irritabilidad; la cual puede darse de manera interna (producida dentro del organismo) o externa (proveniente, o producida por el medio que nos influye, o en el que estamos integrados en mayor o menor medida).
En nuestro caso – seres humanos-, la irritabilidad puede ser consciente e inconsciente y nos permite una capacidad de mantener una condición interna estable –homeostasis- que facilita una respuesta a estímulos que podrían dañar nuestro bienestar. Puede, esta respuesta, ser manifestada con agresividad verbal o física no controlables.
Una persona irritable tiende a reflejar mal humor, no controla sus impulsos, es grosera, denota agresividad, hostilidad, mal temperamento, ira, o intolerancia.
El tiempo que puede durar este tipo de irritabilidad depende de cada persona de las herramientas personales posea, y de las profesionales que tenga a bien utilizar, para salir de esa situación.
El equilibrio interior precisa de un trabajo intenso y constante en el tiempo.
Una de las primeras herramientas para hacer frente a nuestra irritabilidad, debe ser, ineludiblemente, reconocerla como algo que nos impide sentirnos bien. Conviene explorarla y explorar los motivos que la hacen surgir.
Reconocido y explorado este aspecto, lo primero es tomar conciencia de uno mismo. Atendiendo de forma continua a los estados internos, pero sin llegar a la obsesión.
Esta autorreflexión debería provocar en nosotros un mayor conocimiento interno. Una vez hayamos podido comprender por nosotros mismos, o con la ayuda de un profesional, derivará en una mejor autoexplicación de nuestro estado de ánimo.
Si lográsemos esta lectura interna, terminaríamos por llegar a la conclusión de que no es lo mismo estar irritado, que saber que se está irritado.
Una sutil diferencia que si le dedicamos el debido tiempo a la cuestión, o si contactamos con el profesional adecuado, lograremos la mejora integral en todos los aspectos de nuestra vida.
Ángel J. García
Graduado en Educación Social y Pedagogía.
Experto en Inteligencia Emocional y Social, y en Diagnóstico i Desarrollo de la Alta Capacidad Intelectual.
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Asesoría Socio Psicopedagógica para personas, Asociaciones e Instituciones: https://www.facebook.com/angelgarcia1974/?fref=nf&pnref=stor