
En el decurso de la historia son frecuentes situaciones críticas en las naciones que promueven un cambio de paradigma. La situación económica al afectar a toda la sociedad, empuja a un cambio de la política económica o políticas económicas como algunos prefieren denominar. Por política económica nos referimos a las disposiciones que los gobiernos adoptan en el ámbito económico y financiero. En concreto comprende la fijación de tasas de interés y presupuesto del gobierno, la regulación del mercado de trabajo, la propiedad nacional, y las otras áreas de las actuaciones del gobierno en la economía. Como consecuencia de la globalización y la pertenencia a instituciones supranacionales, además del Gobierno, entidades como el BCE, el FMI, el Banco Mundial y, por supuesto, el Parlamento Europeo influyen decisivamente en las políticas económicas.
Existen multitud de ejemplos de la implementación de políticas económicas paliativas y correctoras de desequilibrios y situaciones extremas en economías nacionales. De entre ellas se han seleccionado dos: la primera, la NEP, por sus siglas en ruso (Novaya Ekonomicheskaya Politika), de la Unión Soviética (URSS) en 1921, la más famosa y el Plan de Estabilización de 1959 en España.
La Revolución de Octubre de 1917 (el 7 de noviembre en nuestro calendario) originó la rendición de Rusia frente a Alemania y, con porterioridad, la Guerra Civil. Para manejar esta situación las políticas económicas imperantes fueron las del denominado «comunismo de guerra«. Todos estos factores, ocasionaron serios problemas conduciendo a la población a una hambruna sin precedentes. Para corregir esta situación se implementó la NEP en 1921 que, en esencia, consistía en la liberalización de determinados sectores de la economía, tales como pequeñas empresas, comercios, etc. Lenin lo llamó «capitalismo de Estado». El Estado seguía controlando las grandes empresas, el comercio internacional, etc y permitía un sector privado del estilo comentado anteriormente. Stalin terminó con la NEP en 1928.
Entre 1957 y 1959, la economía española entró en una severa crisis, hasta tal punto que España se quedó sin divisas y al borde de un colapso económico-financiero descomunal, lo que se conoce con «default«. Ello había sido posible por la política económica desarrollada por el franquismo desde el golpe de estado de 1936. A partir de entonces en política económica se aplicaron los fundamentos de la economía falangista que, en esencia, pretendía un control absoluto de los factores económicos, despreciando el mercado y sus procesos de formación de precios y asignación de recursos. Además lo erróneo de esta ideología, se acrecentó por el bloqueo que las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial le hicieron al régimen franquista. Para contrarrestar el bloqueo los dirigentes de Régimen, falangistas en su mayoría, idearon la «autarquía«. Este invento consistía en la utópica pretensión de que España fabricase todas sus necesidades de «inputs».
A título de ejemplo, la gasolina se fabricó extrayendo petróleo de las pizarras bituminosas, el fracking o fractura hidráulica de la época; el gasógeno, los camiones iban con un invento consistente en la quema de cáscara de almendra y los gases resultantes se dirigían al motor para su alimentación, etc. Pues bien, todo este montaje fue un fracaso estrepitoso que produjo hambre y sufrimiento a la población española y estraperlo. En 1957 se helaron las naranjas de La Ribera y Valencia y Franco se quedó sin divisas. El colapso estaba servido. Con la colaboración de la Iglesia Católica, y el Gobierno de los Estados Unidos, se diseñó el denominado Plan de Estabilización de 1959 o Plan Nacional de Estabilización Económica, la política económica pasó de estar en manos de la Falange (FET y de las JONS), a los nuevos actores: el Opus Dei. Para los lectores que les interese el tema, la película de Berlanga «La escopeta nacional» describe de manera divertida el cambio de manos del poder económico.
Para terminar esta primera parte, conviene señalar que en estos momentos España vuelve a estar en otra encrucijada de la historia. La crisis económica global de 2007 (prefiero llamarla gran estafa planetaria), crisis medioambiental, la nueva tecnología y la revolución que comporta, las necesidades de formación del capital humano y, en términos nacionales, el descrédito de la clase política por los episodios de corrupción, así como las fuerzas centrífugas de los separatismos, nos sitúan en el umbral de una nueva época y de una nueva política económica.
Xavier Sierra 2016 / Economista