Algemesí despidió este mediodía con dolor y tristeza a la topógrada Noelia Rodríguez que falleció en Burgos al precipitarse una cuba durante la construcción de la presa de Castrovido donde trabajaba. El funeral se celebró en la basílica menor de Sant Jaume de Algemesí donde familiares, amigos y autoridades mostraron las condolencias por esta trágica pérdida.
Noelia Rodríguez nació en Algemesí en 1975. Tenía una hermana, María Amparo, y estaba muy ligada a su localidad natal pese a llevar cuatro años viviendo en la población castellana.
Fidel Ballestero y Jesús Heras son dos de los seis bomberos de la localidad que acudieron hasta el lugar del suceso. Llegaron sobre las 16,30 horas. «Yo me quedé helado, no había presenciado en mi vida nada así», señalaba ayer el primero a este periódico. Recuerda que un guardia civil le preguntó si activaba algún tipo de alerta y el le contestó: «Activa todo lo que sea, porque esto se nos puede ir de las manos». Y eso que a esas horas no eran conscientes de la dimensión de la tragedia. Creían todavía que había dos muertos y dos heridos, ya que dos de los cuerpos permanecían ocultos entre la cuba y el hormigón.
Su primera misión consistió en elevar los cuerpos de los heridos desde la terraza donde ocurrió el siniestro hasta la carretera que se eleva sobre esa zona de obras. Los facultativos de Sacyl los habían estabilizado y había que desplazarlos hasta el helicóptero y la ambulancia, que los trasladarían hasta el hospital Yagüe de Burgos.
Después llegaría lo peor, el rescate de los cadáveres. Todos «debieron morir en el acto tras el impacto de la cuba», subraya Fidel Ballestero, quien explica que la tolva con el hormigón cayó con el orificio de salida hacia abajo. Y en el brusco descenso engulló a uno de los dos encofradores. En las labores posteriores para vaciar el depósito apareció el cuerpo cubierto totalmente de cemento, arena y piedra.
Sobre un encofrado
Cada cuerpo yacía en un lugar. El de Noelia Rodríguez, la topógrafa, apareció a dos metros de la cuba, sobre un encofrado. El del capataz, Mariano Rodríguez, tampoco estaba bajo la tolva, sino justo a un lado, con la cabeza decapitada.
El cuarto cuerpo, el del segundo encofrador, se encontraba debajo de la cuba. Ambos bomberos recuerdan que tuvo que pasar mucho tiempo hasta poder mover la tolva, ya que la grúa no podía alzarla con toda la mezcla en su interior. Por ello tuvieron que usar pico y pala para sacar todo el hormigón de dentro a fin de disminuir su peso. Una vez conseguido, ya fue posible levantar el depósito y empezar a sacar los cadáveres.
Esta tarea se alargó hasta las 23 horas. Los bomberos de Burgos, que enviaron dos dotaciones, con seis efectivos cada una, también contribuyeron al rescate de los cadáveres.
Fidel y Jesús no han presenciado ninguna tragedia de esta naturaleza y reconocen estar «muy afectados por lo sucedido». «Cuando llegas allí, todo te parece caótico, pero como hay que ponerse a trabajar, no te da tiempo a darte cuenta de cómo son las cosas», explica Jesús Heras. Y es que los bomberos voluntarios de Salas están acostumbrados a intervenir en incendios y, de cuando en cuando, en un accidente de tráfico. «Pero lo de ayer fue muy duro», recuerda Fidel.
Los fallecidos no eran muy conocidos en el pueblo. El que más, Ángel Rubio, el capataz, que llevaba viviendo dos años con su mujer en Salas. Los encofradores, Mariano Rodríguez y Lorenzo Tomé, solo llevaban cinco meses y vivían con otros dos trabajadores en un piso de la calle Madrid.
En Mi Bar, un establecimiento hostelero situado cerca de la Plaza del Ayuntamiento, desayunaba todas las mañanas la topógrafa, Noelia Rodríguez. Sonia, camarera y esposa del propietario de la cafetería, la recuerda bien. «Vivía en Burgos, era soltera e iba y venía cada día a la obra de la presa», afirma.
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